Jueves y Viernes Santo
Semana Santa es para nosotros hace muchos años, algo más que un simple feriado. Como siempre, contra corriente.
Ayer Jueves Santo, tuve que trabajar, así que mucho más que el Ora et Labora de San Benito no pude hacer. Sin embargo, a la noche nos fuimos a la misa de la Cena del Señor con Fátima, que increiblemente se portó muy bien para una ceremonia de una hora y media. Igual tan sobrenaturalista no soy, hubo que recurrir a los viejos trucos de libros y galletitas, y a los no tan viejos de celular con videitos.
No voy a ser muy original diciendo que hoy, Viernes Santo, hasta el clima acompañó el sentido de luto. En Buenos Aires amaneció un día gris, silencioso, destemplado. Como si toda la tierra estuviera de luto por la muerte del Señor. Es tétricamente fantástico que haya esas coincidencias.
Más allá del sentido religioso, me encanta la tradición de los huevos de pascua. Ya compré uno bastante lindo, para Fati y para mí (Fer no come chocolate), y Fati ya descubrió que se trata de chocolate, y lo mira con ganas. Me encanta.
Cuando no teníamos a Fati, con Fer solíamos ir a la vigilia pascual. Es una ceremonia larga y hermosa, llena de simbolismos. La iglesia comienza a oscuras, y recién se ilumina después de un rato, cuando se enciende el Cirio Pascual.
Una de las cosas más lindas de la ceremonia, es el Pregón Pascual (en mis años mozos lo cantaba). Es una secuencia muy antigua. Acá les pego las dos versiones (y un link de youtube potable).
La primera en latín (la más linda para mí). La segunda en castellano (así podemos disfrutar de la letra y el sentido). Para los que no lo conocen, dura unos 14 minutos, por eso ambas versiones están en 2 links.
Exultet iam angelica turba caelorum:
exultent divina mysteria:
et pro tanti Regis victoria tuba insonet salutaris.
Gaudeat et tellus tantis irradiata fulgoribus:
et, aeterni Regis splendore illustrata,
totius orbis se sentiat amisisse caliginem.
Laetetur et mater Ecclesia,
tanti luminis adornata fulgoribus:
et magnis populorum vocibus haec aula resultet.
Quapropter astantes vos, fratres carissimi,
ad tam miram huius sancti luminis claritatem,
una mecum, quaeso,
Dei omnipotentis misericordiam invocate.
Ut, qui me non meis meritis
intra Levitarum numerum dignatus est aggregare,
luminis sui claritatem infundens,
cerei huius laudem implere perficiat.
Per Dominun nostrum Jesum Christum Filium suum,
qui cum eo vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus
Per omnia saecula saeculorum. AMEN.
Vers. Dominus vobiscum.
Resp. Et cum spiritu tuo.
Vers. Sursum corda.
Resp. Habemus ad Dominum.
Vers. Gratias agamus Domino Deo nostro.
Resp. Dignum et iustum est.
Vere dignum et iustum est,
invisibilem Deum Patrem omnipotentem
Filiumque eius unigenitum,
Dominum nostrum Iesum Christum,
toto cordis ac mentis affectu et vocis ministerio personare.
Qui pro nobis aeterno Patri Adae debitum solvit,
et veteris piaculi cautionem pio cruore detersit.
Haec sunt enim festa paschalia,
in quibus verus ille Agnus occiditur,
cuius sanguine postes fidelium consecrantur.
Haec nox est,
in qua primum patres nostros, filios Israel
eductos de Aegypto,
Mare Rubrum sicco vestigio transire fecisti.
Haec igitur nox est,
quae peccatorum tenebras columnae illuminatione purgavit.
Haec nox est,
quae hodie per universum mundum in Christo credentes,
a vitiis saeculi et caligine peccatorum segregatos,
reddit gratiae, sociat sanctitati.
Haec nox est,
in qua, destructis vinculis mortis,
Christus ab inferis victor ascendit.
Nihil enim nobis nasci profuit,
nisi redimi profuisset.
O mira circa nos tuae pietatis dignatio!
O inaestimabilis dilectio caritatis:
ut servum redimeres, Filium tradidisti!
O certe necessarium Adae peccatum,
quod Christi morte deletum est!
O felix culpa,
quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!
O vere beata nox,
quae sola meruit scire tempus et horam,
in qua Christus ab inferis resurrexit!
Haec nox est, de qua scriptum est:
Et nox sicut dies illuminabitur:
et nox illuminatio mea in deliciis meis.
Huius igitur sanctificatio noctis fugat scelera, culpas lavat:
et reddit innocentiam lapsis
et maestis laetitiam.
Fugat odia, concordiam parat
et curvat imperia.
In huius igitur noctis gratia, suscipe, sancte Pater,
laudis huius sacrificium vespertinum,
quod tibi in hac cerei oblatione sollemni,
per ministrorum manus
de operibus apum, sacrosancta reddit Ecclesia.
Sed iam columnae huius praeconia novimus,
quam in honorem Dei rutilans ignis accendit.
Qui, licet sit divisus in partes,
mutuati tamen luminis detrimenta non novit.
Alitur enim liquantibus ceris,
quas in substantiam pretiosae huius lampadis
apis mater eduxit.
O vere beata nox,
in qua terrenis caelestia, humanis divina iunguntur!
Oramus ergo te, Domine,
ut cereus iste in honorem tui nominis consecratus,
ad noctis huius caliginem destruendam,
indeficiens perseveret.
Et in odorem suavitatis acceptus,
supernis luminaribus misceatur.
Flammas eius lucifer matutinus inveniat:
Ille, inquam, lucifer, qui nescit occasum:
Christus Filius tuus,
qui, regressus ab inferis, humano generi serenus illuxit,
et tecum vivit et regnat in saecula saeculorum.
Resp. Amen.
Alégrense por fin los coros de los ángeles,
Alégrense las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
Por eso, queridos hermanos,
que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de los Diaconos,
completen mi alabanza a este cirio,
infundiendo el resplandor de su luz.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, ha borrado con su sangre inmaculada,
la condena del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto,
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Esta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Esta es la noche
que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra
los arranca de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
los restituye a la gracia
y los agrega a los santos.
Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.
Esta es la noche de que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los potentes.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre Santo,
el sacrificio vespertino de esta llama,
que la santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
obra de las abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amen.
Ayer Jueves Santo, tuve que trabajar, así que mucho más que el Ora et Labora de San Benito no pude hacer. Sin embargo, a la noche nos fuimos a la misa de la Cena del Señor con Fátima, que increiblemente se portó muy bien para una ceremonia de una hora y media. Igual tan sobrenaturalista no soy, hubo que recurrir a los viejos trucos de libros y galletitas, y a los no tan viejos de celular con videitos.
No voy a ser muy original diciendo que hoy, Viernes Santo, hasta el clima acompañó el sentido de luto. En Buenos Aires amaneció un día gris, silencioso, destemplado. Como si toda la tierra estuviera de luto por la muerte del Señor. Es tétricamente fantástico que haya esas coincidencias.
Más allá del sentido religioso, me encanta la tradición de los huevos de pascua. Ya compré uno bastante lindo, para Fati y para mí (Fer no come chocolate), y Fati ya descubrió que se trata de chocolate, y lo mira con ganas. Me encanta.
Cuando no teníamos a Fati, con Fer solíamos ir a la vigilia pascual. Es una ceremonia larga y hermosa, llena de simbolismos. La iglesia comienza a oscuras, y recién se ilumina después de un rato, cuando se enciende el Cirio Pascual.
Una de las cosas más lindas de la ceremonia, es el Pregón Pascual (en mis años mozos lo cantaba). Es una secuencia muy antigua. Acá les pego las dos versiones (y un link de youtube potable).
La primera en latín (la más linda para mí). La segunda en castellano (así podemos disfrutar de la letra y el sentido). Para los que no lo conocen, dura unos 14 minutos, por eso ambas versiones están en 2 links.
Exultet iam angelica turba caelorum:
exultent divina mysteria:
et pro tanti Regis victoria tuba insonet salutaris.
Gaudeat et tellus tantis irradiata fulgoribus:
et, aeterni Regis splendore illustrata,
totius orbis se sentiat amisisse caliginem.
Laetetur et mater Ecclesia,
tanti luminis adornata fulgoribus:
et magnis populorum vocibus haec aula resultet.
Quapropter astantes vos, fratres carissimi,
ad tam miram huius sancti luminis claritatem,
una mecum, quaeso,
Dei omnipotentis misericordiam invocate.
Ut, qui me non meis meritis
intra Levitarum numerum dignatus est aggregare,
luminis sui claritatem infundens,
cerei huius laudem implere perficiat.
Per Dominun nostrum Jesum Christum Filium suum,
qui cum eo vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus
Per omnia saecula saeculorum. AMEN.
Vers. Dominus vobiscum.
Resp. Et cum spiritu tuo.
Vers. Sursum corda.
Resp. Habemus ad Dominum.
Vers. Gratias agamus Domino Deo nostro.
Resp. Dignum et iustum est.
Vere dignum et iustum est,
invisibilem Deum Patrem omnipotentem
Filiumque eius unigenitum,
Dominum nostrum Iesum Christum,
toto cordis ac mentis affectu et vocis ministerio personare.
Qui pro nobis aeterno Patri Adae debitum solvit,
et veteris piaculi cautionem pio cruore detersit.
Haec sunt enim festa paschalia,
in quibus verus ille Agnus occiditur,
cuius sanguine postes fidelium consecrantur.
Haec nox est,
in qua primum patres nostros, filios Israel
eductos de Aegypto,
Mare Rubrum sicco vestigio transire fecisti.
Haec igitur nox est,
quae peccatorum tenebras columnae illuminatione purgavit.
Haec nox est,
quae hodie per universum mundum in Christo credentes,
a vitiis saeculi et caligine peccatorum segregatos,
reddit gratiae, sociat sanctitati.
Haec nox est,
in qua, destructis vinculis mortis,
Christus ab inferis victor ascendit.
Nihil enim nobis nasci profuit,
nisi redimi profuisset.
O mira circa nos tuae pietatis dignatio!
O inaestimabilis dilectio caritatis:
ut servum redimeres, Filium tradidisti!
O certe necessarium Adae peccatum,
quod Christi morte deletum est!
O felix culpa,
quae talem ac tantum meruit habere Redemptorem!
O vere beata nox,
quae sola meruit scire tempus et horam,
in qua Christus ab inferis resurrexit!
Haec nox est, de qua scriptum est:
Et nox sicut dies illuminabitur:
et nox illuminatio mea in deliciis meis.
Huius igitur sanctificatio noctis fugat scelera, culpas lavat:
et reddit innocentiam lapsis
et maestis laetitiam.
Fugat odia, concordiam parat
et curvat imperia.
In huius igitur noctis gratia, suscipe, sancte Pater,
laudis huius sacrificium vespertinum,
quod tibi in hac cerei oblatione sollemni,
per ministrorum manus
de operibus apum, sacrosancta reddit Ecclesia.
Sed iam columnae huius praeconia novimus,
quam in honorem Dei rutilans ignis accendit.
Qui, licet sit divisus in partes,
mutuati tamen luminis detrimenta non novit.
Alitur enim liquantibus ceris,
quas in substantiam pretiosae huius lampadis
apis mater eduxit.
O vere beata nox,
in qua terrenis caelestia, humanis divina iunguntur!
Oramus ergo te, Domine,
ut cereus iste in honorem tui nominis consecratus,
ad noctis huius caliginem destruendam,
indeficiens perseveret.
Et in odorem suavitatis acceptus,
supernis luminaribus misceatur.
Flammas eius lucifer matutinus inveniat:
Ille, inquam, lucifer, qui nescit occasum:
Christus Filius tuus,
qui, regressus ab inferis, humano generi serenus illuxit,
et tecum vivit et regnat in saecula saeculorum.
Resp. Amen.
Alégrense por fin los coros de los ángeles,
Alégrense las jerarquías del cielo,
y por la victoria de rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla,
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo
con las aclamaciones del pueblo.
Por eso, queridos hermanos,
que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
invocad conmigo la misericordia de Dios omnipotente,
para que aquel que, sin mérito mío,
me agregó al número de los Diaconos,
completen mi alabanza a este cirio,
infundiendo el resplandor de su luz.
El Señor esté con ustedes.
Y con tu espíritu.
Levantemos el corazón.
Lo tenemos levantado hacia el Señor.
Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, ha borrado con su sangre inmaculada,
la condena del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Esta es la noche en que sacaste de Egipto,
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Esta es la noche en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Esta es la noche
que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra
los arranca de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
los restituye a la gracia
y los agrega a los santos.
Esta es la noche en que,
rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó del abismo.
Esta es la noche de que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mi gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los potentes.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre Santo,
el sacrificio vespertino de esta llama,
que la santa Iglesia te ofrece
en la solemne ofrenda de este cirio,
obra de las abejas.
Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Qué noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano con lo divino!
Te rogamos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
para destruir la oscuridad de esta noche,
arda sin apagarse
y, aceptado como perfume,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
Jesucristo, tu Hijo,
que, volviendo del abismo,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina por los siglos de los siglos.
Amen.
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